Psicopatologías en la vida cotidiana: recuerdos que encubren y descubren

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¿Sabías qué…

cuando te olvidás el nombre de algo, una palabra, un nombre propio, algo básico…no es por que estés despistado o te falle la memoria?

cuando vas manejando y te vas por el camino equivocado dándote cuenta segundos muy tarde, no es por costumbre ni despiste?

los déjá-vu, no son casualidades?

cuando tenés que escribir una cosa y terminás escribiendo otra; palabras o números… no es solo desconcentración?

cuando querés decir algo y expresás una idea equivocada por escoger mal las palabras… no es porque tu bova sea más veloz que tu cerebro?

el pensar en llevar con vos algo en particular y luego dudar sobre si realmente lo trajiste, no es por simple distracción?

dos actos fallidos ¡seguidos!… no es brujería?

levantarse un domingo pensando que tenés que ir a clases… no es cargo de consciencia?

cuando intentás acordarte de algo y otra cosa aparece en su lugar reiteradamente, no es porque tenga algún parecido ni sea mera repetición de tu mente?

escuchar una idea cuando nos dicen otra… no es falla auditiva?

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Aceptamos el olvido cotidianamente, lo notamos como un proceso espontáneo al que se le puede atribuir un determinado trazo temporal. Simple y fácil, cuando la verdad es que tal desplazamiento no es un mero capricho mental, sino que esas trayectorias de olvido o torpeza regularmente están conectadas con lo que intentamos recordar o hacer.

¿Cómo así?

Cuando olvidamos el nombre de algo: nombre propio o palabra, la idea que comunicamos en su lugar, forma parte de un deseo reprimido o conectado con otro. Se explica como una perturbación inconsciente. Generalmente lo que intentamos traer de nuestra memoria se encuentra enlazado con muchos otros recuerdos que nuestra mente guarda silenciosamente, ya sea porque fue importante, traumático o representativo y cuando algo empieza a desencadenar el problema, ocurre el olvido como medida de autodefensa. Pues probablemente nadie quiere devolver al presente las cosas que le han hecho daño.

Una demostración clara está al escuchar a dos personas contar recuerdos sobre un suceso el cual fue percibido por esas dos personas juntas. Por ejemplo: en las anécdotas de un viaje hecho en compañía, se notará mucho de aquello que ha sido importante psíquicamente en la memoria de una de ellas y ha sido olvidado por la otra.

En otro caso…

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Cuando perdés u olvidás algo, por lo general material, habrá que aceptar una intención inconsciente, lo quieras o no: ese algo es dependiente de una señal que no deseas revivir o mantener presente. Escuchar algo que no es, cometer varios actos de torpeza al mismo tiempo, entre otros ejemplos.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que los pensamientos y sentimientos reprimidos no crean por sí solos una manifestación de actos,  tiene que existir una serie de detonantes fuera de ellos y así aprovechando la ocasión, lo reprimido intenta llegar a una exteriorización clara y consciente.

Entonces, podríamos comenzar por aceptar los actos que hasta ahora hemos escrito y reconocido como intenciones inconscientes, perturbaciones de otros que se manifiestan inconscientemente y se ocultan bajo la excusa de la torpeza de la vida cotidiana.

Sin embargo, como nada es absoluto, claro, hay que aceptar que algunas veces, sí se trata de no prestar atención a lo que se está haciendo; esto da camino a que las cosas que teníamos “en lo más profundo” afloren con facilidad, porque no estamos haciendo un esfuerzo consciente de pensar en algo en concreto.

 

Fuente referencial: “Psicopatologías de la vida cotidiana” Sigmund Freud. 

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